Del total de 778 memorias recogidas en la base de datos de GRI publicadas en 2013 según el marco G3.1, el 43% había sido revisado por un verificador externo. Correspondientes a organizaciones españolas había 33 informes, de los que el 64% acompañaba su nivel de aplicación con el símbolo “+”, esto es, había buscado la validación de un verificador cualificado. En la distribución de los niveles de aplicación no solo llama la atención el elevado volumen de informes verificados, sino el éxito del nivel A, al que recurren un 61% de las organizaciones españolas, frente a un 27% en el conjunto analizado.
Esta realidad hace difícil anticipar el éxito del marco G4 en nuestro país. Parece que las organizaciones españolas son muy aficionadas a las etiquetas, a los marchamos, que favorecen el posicionamiento y son muestra de buenas prácticas. Poseer un símbolo de calidad o similar incrementa la puntuación en concursos públicos y privados, lo que obliga, en cierta medida, a una especie de “carrera” de certificaciones en la que no basta renovar puntualmente las obtenidas: es preciso ir sumando distintivos que nos sitúen por delante de los competidores.
Pero G4 no nace exactamente con vocación distintiva. Sin negar su carácter diferenciador, especialmente en los primeros tiempos, el objetivo es abordar procesos que induzcan cambios. Así, se plantea como un enfoque nuevo que se vincula al reconocimiento desde un plano cualitativo. ¿Es entonces mejor que G3? ¿Es “más” de alguna manera? Simplemente es lo que toca ahora: explicar a los grupos de interés lo que quieren saber, que no siempre coincide con lo que las organizaciones quieren difundir.
No creo que sea fácil conciliar en un documento único las inquietudes de grupos tan variopintos, especialmente en el caso de empresas muy complejas. De hecho, en la presentación de G4 en Madrid del pasado noviembre, representantes de BBVA y de Ferrovial confesaron que, de momento, no iban a reportar según G4, ya que todavía no han terminado de implantar del todo G3. Cada uno tiene sus ritmos y qué duda cabe que los cambios radicales son más fáciles de poner en marcha por las estructuras más flexibles.
Estaría muy bien que G4 fuese una certificación: algo que se pasa al departamento de calidad y que se parece a muchos otros procedimientos, que incluso se pueden aprovechar. Pero no lo es. Es un marco para la reflexión – algo revolucionario en la era de los 140 caracteres -, para la visión 360º, para la búsqueda de la mejora en impactos y relaciones – en esto sí se parece a las normas de calidad -. Incluso si al final del proceso no llegara a redactarse el informe, estoy segura de que el trabajo de análisis y recogida de datos aportaría conclusiones muy interesantes para la gestión y la estrategia de las empresas que se atrevan de verdad a evaluar sus impactos con voluntad de actuar sobre ellos.
En un entorno empresarial de números rojos no será fácil que las organizaciones dediquen tiempo a un instrumento cuyo valor no es objetivo ni de apreciación inmediata. La convicción de la alta dirección vuelve a ser un elemento esencial a la hora de tomar la decisión y disponer los medios para acometer el proyecto.